lunes, 3 de mayo de 2010

The way to Trieste (part 2)

Veo que anoche tenía mucho sueño por la cantidad de errores de ortografía, faltas de acentos, gentilicios en minúsculas, etcétera. No se preocupen, seguirá siendo así.

Continúo luego del detector de metales en Fiumiccino. Seguí caminando siguiendo los carteles que decían "transiti" y los que indicaban el Área B, en donde debía embarcar de Roma a Trieste. Si bien en el vuelo anterior se indicaba la partida desde la puerta B2, en los carteles del aeropuerto se indicaba la B10, así que allí me dirigí. Descubrí que el aeropuerto Fiumiccino es enormemente largo y que, además, el sector de embarque B es el más alejado de todos. Caminé aproximadamente diez minutos para llegar, previo paso por el toilette, por supuesto. Mucho Dolce & Gabanna, Tucci, etc en las vidireras al paso y ese sonido del idioma italiano por todas partes. A mitad de camino pasé por el control de ingreso donde, sin más ni más, me sellaron el pasaporte (con el sello al revés y en cualquier hoja) y seguí mi camino como si nada. Al fin llegué.

Le había prometido a Erica que me comunicaba con ella apenas llegase a Roma (aunque en Rosario fuesen las 2 de la matina) pero no lo conseguí. No tenía cambio para llamar, no estaba dispuesto a comprar nada para conseguir cambio porque me iban a "fajar" y tampoco logré conectarme via WI-FI. No importa, va a estar durmiendo y no se va a preocupar, pensé. Embarqué a TRS y llegamos "volando" (lógico, ¿no?). En seguida conseguí mi bolso, del que me había despreocupado en Buenos Aires, y salí a la búsqueda del 36. acá empieza la odisea.

Sea una maratón que se realiza todos los años en Trieste. Considérese que la misma se realiza sobre la Strada Costiera. Imagínese ahora que dicha strada se encuentra bloqueada al tránsito. La conclusión es lógica: el treinta y seis (junto a cualquier otro transporte) no circula hasta las 17:00 hora local. Siendo las 10:50, junto a otros compañeros de hazaña decidimos tomar un taxi. Claro los taxistas dijeron que había caminos alternativos. No dudamos y, en esta danza, nos metimos un brasileño, una egipcia, un sudafricano, una colombiana junto a su futuro hijo y yo.

Todo fue bien hasta que comenzamos a andar por callejuelas angostísimas y sin salida, y que el taxista, evidentemente, no manejaba. "Esta e una vía alternativa, en la normalidad per aqui, ni una sola máquina! Oggi, tutta la maquina per aquí!" Bien, por allí no hubo modo de llegar al ICTP. El amigo brasileño se puso muy nervioso porque el italiano le había prometido que lo dejaría en la puerta del ICTP por "tan solo doce euros per capitta" (sesenta en total, una ganga). Pero eso no estaba ocurriendo. Llegamos a una encrucijada donde un carabbinieri nos confirmó lo que ya sabíamos. En su mejor inglés, nos explicó que deberíamos bajar a unos cien metro de allí, donde se encontraba el cruce de esa cale por la que andábamos con la Strada Costiera, y luego caminar algo así como dos kilómetros, que no son demasiado si uno anda sin equipaje.

Luego de una discusión entre el amigo paulista y el tachero italiano, decidimos que era mejor pagarle y dejarlo ir. Creo que por adentro todos pensamos: va fangulo. Nos dimos a la tarea de caminar con nuestro equipaje. Por el camino encontramos a otro carabbinieri que nos explicó que eran más de dos kilómetros, mientras veíamos pasar a los maratonistas, y no tuvo ni medio gramo de piedad con nuestra compañera embarazada. Dicho sea de paso, esta amiga llevaba quién sabe qué cosa en su bolso que lo hacía pesar demasiado y yo, como buen caballero, me presté a llevárselo. Me colgué mi bolso como si fuese una mochila en la espalda, mi mochila de frente y comencé a arrastrar su bolso (con ruedas, por suerte). Cminamos unos quinientos metros y, en un bar a la orilla del Adriático, algunos quisieron tomar o comer algo. Empezó a lloviznar. Seguimos camino, muchos se quejaban bastante pero seguían caminando.

A medio camino, ya veíamos el castillo de Miramare a lo lejos, empezamos a encontrar a otros colegas que estaban en el aeropuerto pero que habían tenido mejor suerte, su taxista los había podido llevar por la via correcta. Mejor suerte para ellos, nosotros continuamos camino. En un punto, aquellos alojados en Adriático, el brasileño y la colombiana del bolso pesado, fueron hacia abajo (hoy me enteré que no era fácil su camino, pobre el brasileño arrastrando su bolso y el de la colombiana) y nosotros, la egipcia, el sudafricano y yo, empezamos a subir unos trescientos metros lineales y cincuenta en altura. Comenzó a llover.

Llegamos finalmente al Galileo Guesthouse y pudimos registrarnos. No está de más agregar que sobre el final de la escalada tuve que ayudar a la egipcia a subir su bolso porque estaba exhausta. Finalmente ya en la habitación, que habrán visto en las fotos anteriores, pude ducharme, dormir, etc. Claro, previamente me conecté a internet y avisé a todos mis familiares que la expedición resultó un éxito.

Esta mañana fui a la primer clase habiendo dormido más que bien. Sigue lloviendo pero todo va bien. Ya tengo mis tickets de comida y mi dinero en efectivo. Ahora mismo me voy a comer, que Ariel Tarazaga estará esperándome hace 15 minutos.

Como conclusión, no sé si aprenderé sobre datos nucleares pero seguro que voy a volver con buen estado físico.

Salud.

2 comentarios:

  1. ay suspiros!!! ahora lo leo de corrido porque ando fugaz pero veo nombres que me dicen que estás de viaje.... que lindooo

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