jueves, 25 de marzo de 2010

Un hombre que la entendía

Caminaba por la avenida Wheelwright con el viento del río dándole en la cara, estaba un poco desabrigada para los quince grados que hacía y el viento del este, sin embargo, no le preocupaba nada de esto, algo de sol quedaba aún cuando dobló por el Boulevard hacia el centro. Ahora el viento le daba una tregua a sus mejillas redondas y rosadas. No es que ella fuese de piel rosada, todo lo contrario, era de una palidez inusitada, el motivo de que sus mejillas estuviesen rosadas era la emoción, el placer, la alegría que sentía en su interior. "¿Cuánto tiempo?¿Dos años?"No, más..." No recordaba con precisión cuándo había sido la última vez que se había sentido tan feliz o, mejor dicho, que la habían hecho sentir así, especial, única. La sangre le corría por las venas ejerciendo una presión casi peligrosa, inundándole hasta los más ínfimos capilares, inflamándolos, y por eso sus mejillas estaban ahora rosadas.

No miró el samáforo, cruzó calle Salta como quien anda en el living de su casa, tuvo suerte de que los autos recién hubiesen arrancado al dar luz verde, dándole tiempo de completar esos veinticinco metros de asfalto y suicidio posible. ¿Qué importaba?, era la mujer más feliz de la ciudad y si su vida terminaba allí, sobre las bandas blancas de la senda peatonal, no le preocupaba, hacía media hora había alcanzado la cúspide de sus días y podía terminar tranquilamente su vida allí. No fue así. A Romina Díaz aún le esperaban largos días y grandes pesares, pero eso no es lo que aquí importa.

lunes, 22 de marzo de 2010

¿Es posible que aún no acabe este malestar?
¿Hasta cuándo tendré que convivir con estas náuseas y estos mareos absurdos?
Simplemente no entiendo qué es lo que sucede adentro de mi cabeza... algo debe estar aprisionandome el cerebro... no puedo pensar de esta manera...

Algo va a suceder...

miércoles, 17 de marzo de 2010

Acerca de la persistencia de nuestro recuerdo

Hacemos cosas toda la vida, decimos cosas, decidimos cosas, actuamos, sentimos... vivimos. Y al fin un día -por la razón que sea- ya no respiramos. ¿Qué queda de nosotros entonces, además de un cuerpo sin más utilidad que el abono que se pueda aportar a la tierra? "Nada", dicen unos, sin preocuparse mucho, alegando que lo importante es la vida en sí misma y que después no hay después. Otros, sin embargo están convencidos de que perdurarán en el tiempo, como recuerdo de lo que fueron, de lo que hicieron, de aquello por lo que lucharon. Y entonces se esfuerzan en vivir toda su vida para el futuro, para la posteridad, para ser después de que dejen de ser. ¿Es, acaso, eso vivir? ¿Es posible que sólo se luche por ser un recuerdo en el futuro? ¿Tiene sentido?
Daré un ejemplo simple: cuando tenía 10 años, es decir, hace 17 años atrás iba a la escuela primaria y tenía un compañero muy revoltoso. Su nombre no importa, llamémoslo J. Siempre recuerdo su cara, sobre todo cuando veo fotografías de esa época. En realidad, si no viera esas fotos no sé si tendría su imagen tan presente. Más aún, no recuerdo en realidad cómo se comportaba y si hablaba mucho con él... sólo recuerdo que era revoltoso o, al menos, que tenía fama de revoltoso. Bien, debería decir que, en realidad, a duras penas recuerdo que tuve un compañero llamado J. al que no he visto en 17 años.
También podría volver un poco más en el tiempo y hacer memoria sobre algún viaje de vacaciones. Por ejemplo, podría describir el ascenso a un cerro con mi padre. Bordeábamos el arroyo (no sé si tenía mucha o poca agua, no recuerdo bien) y luego llegamos a una zona de árboles enormes... claro, hace poco tiempo volví a ese lugar y me di cuenta que esos árboles no eran enormes sino que yo era pequeño...
Como ven, no tiene mucho sentido tratar de hacer memoria de los detalles porque la memoria es por demás de engañosa. Con el tiempo, como tenemos recuerdos más urgentes que almacenar, descuidamos el refresco de aquellos de antaño y se van degradando. Incluso cuando los formamos les agregamos cosas que nos llaman la atención en ese momento y les quitamos aquellas que no nos parecen trascendentes. Es decir que los rescuerdos son una imagen acomodada a nuestro interés y entendimiento de lo que realmente es la realidad. Así ocurre con la memoria colectiva también con respecto al recuerdo de personas que ya no están. La gente tiene la certeza de que existió una persona con tales o cuales rasgos, a la que le gustaban tales o cuales actividades. Cada uno guarda de esa persona los recuerdos que más le interesaban.
Después cada quién utiliza frases célebres o deseos del finado sacándolas de contexto y poniéndolas en un nuevo discurso que, probablemente, no tenga absolutamente nada que ver con la idea original, y si no, pregúntenle, por poner un ejemplo, a Marx...

Es cierto... la memoria colectiva nos resguardará... habrá noticias nuestras en el futuro próximo y tal vez, si nos esmeramos, en el futuro lejano pero no seremos los mismos en esos recuerdos tergiversados. Porque al igual que nuestra propia memoria, la memoria colectiva es distorsiva, censuradora, eufemista... la memoria colectiva nos despedaza, nos disgrega, nos hace trizas hasta que al fin llegamos a ser el recuerdo de alguien que nunca fuimos.
No será hoy ese día...
Aunque sigo mareado, caminando a la deriva por calles al azar, rumiando pensamientos de los más extraños, no es hoy el día...

¿Seré acaso capaz de llevar a cabo este "negocio"?

Si, estoy convencido, hoy soy Raskolnikov.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Y si fuese cierto? ¿Y si somos los soñados?
Cómo saber si al salir el sol aún seremos los mismos de hoy día...

viernes, 12 de marzo de 2010

¿Y si me llamase Rodion Romanovich?

Estoy débil, no queda duda de ello. Cada día que pasa aparecen nuevos síntomas de mi debilidad. Esto no tiene que ver con cuestiones de alimentación, ni climáticas, ni de coyuntura... nada de eso. Esta debilidad es, ni más ni menos, que el capricho de mi cabeza que se ensaña en mostrarme a imagen y semejanza de los personajes de los libros que leo. Así, por ejemplo, me despierto por la mañana en perfecto estado, desayuno, camino unas cuadras hasta la oficina y ¡zas! Inmediatamente comienzo a sentirme mareado, con baja presión, náuseas; como cualquier Joseph K que entra a uno de esos juzgados en las buhardillas de ciertas casas anticuadas en barrios otrora magnánimos y ahora marginales.
Otro día cambia la cosa, ya me despierto a una hora ridícula con una terrible sensación de hambre, con el ardor en el estómago que siente alguien que hace dos días no prueba bocado. ¡Pero si he comido perfectamente anoche! ¡No es posible que me sienta así! Pero así me siento. No importa que coma, beba como un hambriento, nada cambia... me paso todo el día con esa sensación de mareo (sí, finalmente todo se traduce en mareos) de quien no ha comido nada en días, como un Raskolnikov que sale a caminar sin rumbo y delira por el camino planeando un crímen absurdo para mostrarse su propia valía.
Y así, todo continúa... a veces noto que mis sentidos se exacerban y no soporto sonidos agudos que nadie más que yo escucha, veo destellos, parpadeos cambios de iluminación imperceptibles, siento olores de lo más disímiles... como un Jean-Baptiste Grenuille que percibe el mundo por su olfato y planea dominarlo con su fragancia, que no existe.
La mente, definitivamente nos juega malas pasadas, nos pone en situaciones absurdas, ridículas. Nos produce debilidades que rayan lo gracioso pero también lo enfermizo. Incluso en este momento estoy mareado, no sé... ¿o es quizás esto un sueño, o ya me he desmayado y son éstos mis delirios?

martes, 9 de marzo de 2010

Pero al llegar la noche, la noche...

No dudaste un segundo
en derrumbarte anoche
sobre mi tibio pecho,
tampoco lo hicieron
tus labios de almibar.
Supe tu búsqueda
pero no entendí
el desenfreno
con que tus manos
deshacían botones
y cremalleras
y los bloques flotantes
de mis árticos mares.
Paisajes de montaña
mutaban y transmutaban,
que ya de sábanas
poco y nada había,
solo furia y mi hielo
que se hizo vapor...
No entendí mi prisa
por robarte esas bragas
por enredarme en tu cuello.
Mis manos fueron de otro,
mis brazos y mis piernas
te apresaban fuerte
y mis dedos al fin quitaron
con preciso arte
los cordones uno a uno
que ajustaban tu corset...

Nada más importa
el resto es lo de siempre
(fuego, gritos, pelvis...)
¿quién no lo sabe?
Sólo tú y tu arte
tienen el mérito
de lograr cada vez
que todo sea impensable.

lunes, 8 de marzo de 2010

Acerca de una mente conflictuada

Las ideas a borbotones surgen en mi cerebro; se enfrentan, chocan, se superponen, se oponen y no hallan acuerdo. Son pocas las veces en que una idea se impone a las otras más débiles.

Normalmente, el dique de la razón no alcanza para contener el torrente de pensamientos; el embalse de la consciencia se desborda y un caudal enorme inunda mi cabeza, no hay unanimidad entre mis otros yo y yo que sólo les presto mi diestra para que se expresen...