jueves, 21 de febrero de 2013

El colombiano

Uno se acostumbra muy rápido al auto. De repente, un descuido, una banquina y dos volantazos son los artífices de un vuelco que te deja a pie otra vez. Si, ya sé: lo importante es que Erica y yo estamos bien. Lo sé y agradezco a quien corresponda por ello.
El tema es que uno se queda sin auto y vuelve a enfrentarse a las delicias del transporte público; vuelve a los bondis, los trenes, los subtes. Algún que otro taxi.
Podría contar cuatro anécdotas, una de cada transporte, ocurridas en estos días. El tachero que maneja como un criminal y te lleva cual si estuviese corriendo el TC2000, el tren que está demasiado cargado y no puede seguir andando justo cuando venís desde retiro con el bolso y la conservadora que habías mandado por encomienda porque ya no tenías auto en que llevarlos...