lunes, 31 de mayo de 2010

Fin del cuento

Fin del recorrido, sentado en mi escritorio en Buenos Aires relataré la última parte del viaje.

Había dejado en la llegada a Paris desde Londres. Llegamos a Gare du Nord en Paris y en seguida buscamos el metro. Por suerte, las expendedoras automáticas de boletos, tenían la opción de mostrar el menú en algo así como español, así que no fue difícil conseguir los boletos. Bajamos a la estación de la línea 5 con rumbo a Bastille. Llegados a la mencionada estación caí en la cuenta de que no sabía la dirección del hotel ni en qué dirección caminar, yo había mirado en el mapa la estación de metro más cercana al hotel pero no había mirado mucho más. Recordé que Erica dijo algo de la Rue Saint Antoine y me vino a la memoria, vaya a saber de donde, el número 48. OK, miremos el mapa a la salida del metro. ¡Bingo! El hotel al que ibamos tomó el nombre del Legendario Hotel de Sully que, como punto histórico, figuraba en el mapa. Como Arquímedes, diciendo para mis adentros, Eureka, le pegué un tirón de brazo a Erica y le dije "vamos que ya sé dónde es". "¡Despacio, che!" fue la respuesta instintiva de Erica, a quien no le caen simpáticos mis tirones de brazos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Paseando

Ya en Francia, escribiendo desde el Eurostar, recién salidos del túnel debajo del Canal de la Mancha, y rumbo a Paris, me tomo una hora para reseñar lo que va de este paseo por Europa.

Finalizado el workshop en Trieste, el domingo, fui a esperar a Erica y Silvana al aeropuerto. Obviamente el vuelo estaba retrasado así que me pasé unos lindos nervios. Llegaron y fuimos con el 51 hasta el Hotel Adriático, al que me había mudado por la mañana bien temprano, cargando los bolsos cuesta abajo ya que los domingos no hay shuttle.

A pesar de no haber dormido nada durante un día y medio, Erica se dio una ducha en el hotel y en seguida salimos a recorrer Trieste, previa pizza muy cara pero a la orilla del Adriático. Recorrimos todo el paseo marítimo alrededor del Castillo de Miramare bajo una llovizna un poco molesta pero infaltable. Luego, tomamos el 36 y nos encontramos a Silvana, un poco más descansada tras la siesta. En cuatro horas hicimos un tour completo por el centro de Trieste, incluyendo la Catedral del siglo XIV, el Castllo en lo alto de la colina y la Piaza de l'Unitá de Italia. El atardecer en el muelle principal, frente a la mencionada piaza, nos regaló unas fotos espectaculares, lástima que, como corresponde, nos quedamos sin pilas en la cámara; espero que Silvana no pierda las fotos que sacó.

A la mañana siguiente, ocho de la mañana, de nuevo arriba para salir rajando al aeropuerto de Trieste (al que todavía nos queda una visita más para cerrar el viaje). Esperabamos tomar el shuttle del ICTP para subir desde el hotel hasta la ruta pero, como era horario de registro del nuevo workshop, no entrabamos, así que fuimos cuesta arriba con bolsos y todo. Llegamos muertos pero logramos tomar el 51 para llegar con dos horas de anticipación al Ronchi dei Legionari.

El avión no terminó de posicionarse en la pista y ya estaba carreteando. Una hora más tarde, estabamos en Fiumiccino, Roma, por segunda pero no última vez. Tras una caminata infinita hasta la estación de trenes, descubrimos que nos convenía más un servicio puerta a puerta (dos euros de diferencia, nos dejaba en la puerta del hostel y sin tener que arrastrar los bolsos infinitamente, no quedaba duda). La camioneta, bajo la lluvia, nos llevó hasta el hostel, pasando por toda la zona antigua de Roma, incluído el Coliseo. Llegamos al hostel y, ¿adivinan?, seguro que no; un muchacho frente a la puerta cerrada nos pregunta: "Hostel Europa?". Más o menos, traducido al castellano, siguió diciendo que lo siguiéramos al nuevo lugar en donde estaba el hostel, a diez minutos a pie, porque éste estaba "chiuso" es decir, cerrado. La cara de Erica no tenía comparación, supongo que la mía tampoco. Al menos, el tano, sin dejar de hablar por teléfono, cargó uno de los bolsos. Llegamos al departamentito con pocas espectativas; sin embargo, la habitación era cómoda y nos quedamos conformes.
Tres y media de la tarde, buena hora para ir a comer, fueron unos gnochi cerca del Coliseo. Después de comer, una siestita bien merecida, y salimos nomás a patear Roma. Qué mala costumbre la nuestra, de caminarnos toda una ciudad en medio día. Sin querer, pero mirando el plano, nos fuimos encontrando con todos los edificios y monumentos históricos de la ciudad. Pasamos por la Piaza de la República, El Foro, El monumento ese blanco y enorme cuyo nombre y conmemoración ahora se me escapan, mil iglesias, entre otras cosas, hasta finalizar en la Fontana di Trevi. No se me hubiese ocurrido jamás lo grande y espectacular que era. Tiramos la monedita, sacamos fotos y también tenemos una anécdota con un fotógrafo que nos ofreció sacarnos una foto por 5 euros y nos sacó dos (queriendo cobrar diez, por supuesto). Se quedó con las ganas de los 10 euros...

Comimos en Mc Donalds, obviamente lo más barato, y volvimos caminando entre callecitas pequeñas, angostas, por las que pasan autos y gente por el mismo adoquinado. Ya las piernas decían basta. Llegamos al hostel y dormimos. El tano, hablaba por teléfono.

Martes, metro, San Pietro y Vaticano. Lo único que voy a escribir es que caminamos tanto adentro que no veíamos la hora de llegar a la bendita Capilla Sixtina para irnos de una buena vez.

Miércoles, Coliseo, Foro Romano y Palatino. Para qué explicar los dolores en las rodillas y los pies. Hartos de ruinas decidimos que era too much y nos fuimos piano piano a buscar los bolsos.

Llegamos al hostel, lluvia torrencial, tormenta eléctrica desatada en tres minutos. A los veinte minutos no llovía más. Llegó el shuttle que nos llevó por la Appia Nuova hasta el Aeroporto Ciampino. Compramos libras esterlinas y volamos a Londres.
En el vuelo de Ryan Air te quieren vender hasta lo que no tienen. Los nervios de Erica estuvieron al borde del colapso, no confiaba en un vuelo que se llame Low Cost Flight, pero llegamos sanos y salvos. En migraciones nos recibió un señor negro con mucha cara de pocos amigos, nos preguntó a qué íbamos, cuánto tiempo nos íbamos a quedar, y al final selló los pasaportes con cara de asco. Muy sonrientes los dos, le dijimos good evening y nos fuimos a buscar los bolsos y el coach que habíamos reservado aún en Ciampino.
No sé cómo explicar el shock que me causó ver el volante del colectivo del lado derecho, la puerta del lado izquierdo, y menos aún para describir lo rápido que manejaba ese señor. Llegamos a Victoria Station en Londres a las dos de la mañana. (ufff... acaba de pasar otro eurostar en sentido contrario, realmente vamos muy rápido). Vuelvo. A esa hora seguimos un planito impreso de google maps y conseguimos llegar al Hotel. Un bunker, la habitación en el segundo subsuelo, aunque muy cómoda y bonita Ahora que pienso, no le sacamos ninguna foto! En fin, dormimos.
A las nueve y media nos levantamos a tomar el desayuno y salimos a andar. Las piernas después de cuatro días de caminar y caminar ya no responden igual. Parece que uno está muy descansado pero no es cierto, al poco rato le empiezan a doler y se cansa rápido. Pero qué más se puede hacer si no caminar cuando no se quiere gastar demasiado y se quiere conocer?

Bordeamos el Támesis y, luego de hacerme todo el trabajo, Erica logró convencerme de que subamos al Ojo de Londres. Fue una buena decisión. La vista es muy buena. Después, fuimos hasta la catedral de Saint Paul y, volviendo, llegamos a la plaza Trafalgar. Allí nos sentamos a descansar y yo aproveché para mirar el plano. Un señor se me acerca y me pregunta si busco algún lugar en particular. Nos pusimos a conversar y nos dijo que en la (ex)-Iglesia de Saint Marteen in the Fields, iba a comenzar un concierto a las 19:30. Allí fuimos, un concierto de cuerdas y flauta con lo mejor de Vivaldi y Bach. Precioso.

Como pudimos, volvimos hasta el hotel, pasando por detrás del Big Ben y el edificio del parlamento. Sacamos muchas fotos de noche de tan imponente edificio.

Segundo día en Londres, Palacio de Buckingham, Hyde Park, Royal Albert Hall, Museo de Historia Natural, Harrods... no había más piernas. Volvimos temprano al hotel y descansamos. Qué difícil es conseguir dónde comer en Londres después de las diez de la noche!
Dormimos, a las cinco nos levantamos, cinco y media en la estación Victoria otra vez, London Tube Underground hasta King's Cross St. Pancrass, Eurostar, y aquí estamos, a punto de llegar a París.

Ufff... me alcanzó justo el tiempo. Respiro, a las nueve y veinticuatro de la mañana de Paris y escuchando Led Zeppelin, les dejo saludos a todos.

martes, 11 de mayo de 2010

Nuclear Data (Summary of the first week)









Es cierto, dije que iba a escribir, pero me da muchísima fiaca. Haré el intento de todos modos y seguramente terminaré escribiendo una novela, como siempre.

Mientras escucho la música turca de mi compañero de habitación, un matemático de Ankara, y me tomo un té, siendo las 23:34 en Trieste, intento recordar todo los sucedido desde el lunes pasado.

El lunes por la mañana nos registramos y nos dieron los tickets de comida y los viáticos. Una de las secretarias, al leer en mi planilla que era de Buenos Aires, suspiró profundamente y me dijo: 'what a beautiful place, I was there, in Ciudad Universitaria, in november'. Qué gracioso, yo pensaba en ese momento que no podía haber un lugar más lindo que Trieste; sobre gustos, nada escrito.
Luego, en la sesión inaugural, se presentaron los expositores y también nosotros... temblé como una hoja cuando me tocó tener el micrófono en la mano para presentarme... igual, algo dije.
Frase célebre, solo para entendidos: 'Sometimes Engineering is more reliable than physics' by Alexandre Stanculescu.
Por la noche tuvimos una cena de bienvenida, a la que llegué tarde por haberlo acompañado a Ariel Tarazaga al centro a preguntar no sé qué cosa. A propósito, esa oficina de informes me recordó al sketch de Gasalla: '¡Se van para atrás!' (en italiano, claro). Volviendo a la cena de bienvenida, de todos modos llegué a tiempo para comer algo y beber unas copas de vino. Aquí el dicho se cumplió al pie de la letra: 'Dios los cria y ellos se juntan' (por no decir que el viento los amontona). En esa mesa nos sentamos Ariel y yo, tres españoles y un siciliano (que no es italiano). Nos hemos reído de cualquier cosa con el mayor volumen posible al punto de que una ucraniana (sobre la que volveré más adelante) nos pidió que nos rieramos 'loudless'.
La cena fue en Adriático así que hubo que volver, a altas horas de la noche, caminando por las sendas oscuras hasta Galileo. Volví con Massimo, el siciliano, hablando él en italiano y yo argentino: mamma mia!

Martes.
No recuerdo nada interesante, pero puedo decir que las presentaciones fueron de horror: extensas más de la cuenta, tediosas, intrascendentes, aburridas... La cosa empeoraría.
De todos modos, la experiencia con gente de otras culturas es muy interesante. Aunque debo reconocer que, la mayor parte del tiempo, me la pasé hablando español. Si, español, diciendo coño, joder y venga, entre otras expresiones.
La tarde se complicó. Como una de las expositoras no podía asistir a Trieste, porque tenía cosas más importantes que hacer en Vienna, las exposiciones fueron por teleconferencia. Claro, si ya, de por sí, eran aburridas las presentaciones sobre qué hace la IAEA para apoyar el desarrollo de reactores avanzados (explicación que incluyó la explicación de los infinitos modelos de reactores existentes, en diseño y por existir), por teleconferencia, la cosa se puso más difícil. La voz de la amiga Sama Bilbao y León era por demás de monótono aunque estridente, efecto amplificado por los agudos parlantes del televisor. De vez en vez, la conexión se ralentizaba y, entonces, escuchabamos frases del estilo: 'thep er ant no en gy', que dejaban todo muy claro.
Miércoles.
Por la mañana continuó el castigo. Mientras nuestra señora ordenaba: 'NEXT SLIDE!', Alex Stanculescu, cambiaba de diapositiva; claro, cuando no estaba distraído con su celular o leyendo un paper.

La tarde mejoró, ya que un tal Ivanov, profesor de la PennState University (para evitar malos entendidos, dicha universidad pertenece al Estado de Pensilvanya en EEUU y no hace ninguna alusión a nada) decía que el professor Ivanov (pronunciación para europa, en EEUU se lo conoce como Áivanouv, como el mismo aclaró) se explayó de lo lindo sobre generación de secciones eficaces para reactores rápidos refrigerados a gas. En el segundo turno de la tarde hicimos alguna que otra corrida de NJOY en el laboratorio de informática, lugar que parecía un baño turco (sin alusión alguna a mi room-mate y sus hábitos). Como corresponde, los inputs no estaban bien armados, los programas no se podían correr porque estaban mal definidos los paths y faltaban algunos archivos. El resultado del laboratorio, Improductividad total y mi gran mal humor. Había quedado para ir a Trieste con otros compañeros para comprar entradas para el teatro, pero dado mi mal humor, preferí quedarme en la habitación chateando con Erica y reservando los vuelos y los hoteles para las vacaciones, tarea que me llevó dos días hasta que logré armar el rompecabezas (espero que este volcán de porquería no me arruine los planes).

El jueves por la mañana, más Ivanov, una charla muy interesante muy interesante, pero por la tarde, otra vez el horror: Un señor, cuyo nombre me esforcé para olvidar, nos contó usos no eléctricos de la energía nuclear. Está bien, la charla fue interesante pero ¿qué demonios tenía que ver con los datos nucleares? Él mismo lo preguntó: 'Surely you are asking yourelves: If we are here to lern about nuclear data then what the hell this guy is talking about?' Alguna explicación dio, que no me interesa recordar.
Por la tarde, al salir, fui a pasear por el Parco di Miramare y a conocer el Castello. Por primera vez desde mi arribo veía el cielo celeste en Trieste con lo cual, el día estaba salvado. No pensé nunca que me iba a gustar tanto este lugar. Adjunto algunas fotos que son mejor que lo que yo puede explicar.

El viernes, último día de la semana, empezamos con el curso. Quiero decir, los topics se pusieron más jugosos. Métodos de resolución de la ecuación de transporte. El amigo Cristian Rabitti, de origen italiano, y que nada tiene que ver con el Rabitti que algunos de ustedes conocen, es un muchacho que sabe todo lo que hay que saber en la vida y está muy seguro de ello, con lo cual es difícil entrarle con alguna pregunta sin que te ningunee, pero en fin, su charla fue muy buena.
Viernes a la tarde, tiempo de salir rajando a disfrutar del entorno. Como no podía ser de otra manera nos fuimos a Trieste a comer unas pizzas con cerveza (como ejemplo se puede ver la foto adjunta). La ciudad de Trieste de noche es un encanto. Pero claro, acá comienzan las anécdotas.
Antes que nada, quedé en encontrarme con Massimo a las 19:00 en el hall del hotel. Por cuestiones fisiológicas de último momento, me demoré tres minutos y medio. Suena el teléfono y como yo sabía que iba a ser Massimo atiendo y digo Pronto? Del otro lado del auricular escucho la voz un tanto preocupada del tano: Martin? cosa è successo? A lo que le respondo: I'm comming! Colgué y bajé rápido, pensando en que, la verdad, cinco minutos nos es tanto atraso.
Al bajar, Massimo esperaba en la puerta del Guesthouse con las dos ucranianas. Empezamos a caminar como rayo porque perderíamos el 36 (para mis adentros pensaba en que habíamos quedado encontrarnos en la parada a las 19:30 y recién eran 19:07). Cuando pasábamos por los túneles de la Strada Costiera, aprovechando el ruido de los autos, y que las ucranianas no entienden ni español ni italiano, Massimo me mira y, meneando la cabeza, me empieza a decir, en italiano, "Yo no entiendo a estas mujeres, no querían esperarte, a las 19:00 dijeron que no ibas ya estabas demorado y que seguro no ibas a bajar, que nos fuéramos. Yo les dije que esperáramos al menos hasta las siete y cinco, por eso te llamé. No las entiendo, la verdad. ¿Serán así todas las rusas?" Nos reimos y olvidamos el asunto mientras pasaba un 36 (el de las siete y diez) y las ucranianas se lamentaban. No me aguanté decirles, en mi peor inglés, que de todos modos habíamos acordado con los otros muchachos tomar el de las siete treinta. Massimo me miró y, haciendo un gesto de restarle importancia, me dice por lo bajo 'ma, va fanculo!' Y nos reímos los dos a carcajadas.
Llegados al centro, caminamos un rato por la costanera y fuimos a comer pizza, como ya dije antes. Pero luego de la pizza... "Bueno, qué hacemos?"

Unos quisieron ir a tomar algo, otros quisieron a ver el castillo antiguo en plena noche. Se imaginan en qué grupo estaba yo. Por supuesto las ucranianas, junto con otro ucraniano, el más devoto de ver el castillo, enfilaron a paso firme y sin ningún reparo de los demás. Carlos, uno de los españoles le mostraba la ruta en el mapa y yo le decía que no iban a poder ver nada, el ucraniano me porfiaba y yo no insistí (para dentro pensé: va fanculo). Massimo estaba interesado en las señoritas rubias de eurpoa del este y, aunque intentó lograr una unidad democrática en el grupo, terminó yéndose con la mitad exploradora. Los españoles y yo nos fuimos a tomar unas cervezas y/o tragos por ahí.

Nos encontramos en el autobus de regreso (pongo autobus porque si lee un español no va a entender si digo bondi) La cara de Massimo era la que uno pondría en un velorio. Había un silencio tenso. Otro ruso que había ido con ellos (que debe tener algún gen latino) se reía. Carlos le pregunta al tano: What about the Castle? La respuesta fuetajante: Don't you talk about the castle. Claro había estado cerrado y habían caminado de gusto cuesta arriba, más otros ingredeintes que nos entereamos luego y con los que, aún hoy, nos reímos. Desde ese momento Olexei, el ucraniano, quedó apodado 'Il ragazzo del castello'. Cuando llegamos al Adriático, nos tomamos unas copas más y nos fuimos a dormir.

El sábado paseamos por Trieste por la tarde, con Massimo y el ruso-latino, Danihl. En el momento en que hablábamos de la hazaña de la noche anterior, nos cruzamos a las ucranianas, de las que, por suerte, nos deshicimos rápido, gracias a mi cara de pocos amigos. Fuimos al famoso castello pero, esta vez, con ganas y pasamos una tarde divertida.

El domingo no hice demasiaso, fui al centro a comer pizza y caminar un poco y a la noche, cervezas en el bar del Adriático con los demás latinos y el ruso.
La frase célebre: 'No cammels, no woman'... ya les contaré.

Esta semana todas las charlas se pusieron jugosas, los temas están muy interesantes pero ya no doy más de sueño, son la 1:31 del día sguiente y me tengo que levantar a las ocho. Conclusión, me voy a apolillar.

Hasta la próxima entrada.

lunes, 3 de mayo de 2010

The way to Trieste (part 2)

Veo que anoche tenía mucho sueño por la cantidad de errores de ortografía, faltas de acentos, gentilicios en minúsculas, etcétera. No se preocupen, seguirá siendo así.

Continúo luego del detector de metales en Fiumiccino. Seguí caminando siguiendo los carteles que decían "transiti" y los que indicaban el Área B, en donde debía embarcar de Roma a Trieste. Si bien en el vuelo anterior se indicaba la partida desde la puerta B2, en los carteles del aeropuerto se indicaba la B10, así que allí me dirigí. Descubrí que el aeropuerto Fiumiccino es enormemente largo y que, además, el sector de embarque B es el más alejado de todos. Caminé aproximadamente diez minutos para llegar, previo paso por el toilette, por supuesto. Mucho Dolce & Gabanna, Tucci, etc en las vidireras al paso y ese sonido del idioma italiano por todas partes. A mitad de camino pasé por el control de ingreso donde, sin más ni más, me sellaron el pasaporte (con el sello al revés y en cualquier hoja) y seguí mi camino como si nada. Al fin llegué.

Le había prometido a Erica que me comunicaba con ella apenas llegase a Roma (aunque en Rosario fuesen las 2 de la matina) pero no lo conseguí. No tenía cambio para llamar, no estaba dispuesto a comprar nada para conseguir cambio porque me iban a "fajar" y tampoco logré conectarme via WI-FI. No importa, va a estar durmiendo y no se va a preocupar, pensé. Embarqué a TRS y llegamos "volando" (lógico, ¿no?). En seguida conseguí mi bolso, del que me había despreocupado en Buenos Aires, y salí a la búsqueda del 36. acá empieza la odisea.

Sea una maratón que se realiza todos los años en Trieste. Considérese que la misma se realiza sobre la Strada Costiera. Imagínese ahora que dicha strada se encuentra bloqueada al tránsito. La conclusión es lógica: el treinta y seis (junto a cualquier otro transporte) no circula hasta las 17:00 hora local. Siendo las 10:50, junto a otros compañeros de hazaña decidimos tomar un taxi. Claro los taxistas dijeron que había caminos alternativos. No dudamos y, en esta danza, nos metimos un brasileño, una egipcia, un sudafricano, una colombiana junto a su futuro hijo y yo.

Todo fue bien hasta que comenzamos a andar por callejuelas angostísimas y sin salida, y que el taxista, evidentemente, no manejaba. "Esta e una vía alternativa, en la normalidad per aqui, ni una sola máquina! Oggi, tutta la maquina per aquí!" Bien, por allí no hubo modo de llegar al ICTP. El amigo brasileño se puso muy nervioso porque el italiano le había prometido que lo dejaría en la puerta del ICTP por "tan solo doce euros per capitta" (sesenta en total, una ganga). Pero eso no estaba ocurriendo. Llegamos a una encrucijada donde un carabbinieri nos confirmó lo que ya sabíamos. En su mejor inglés, nos explicó que deberíamos bajar a unos cien metro de allí, donde se encontraba el cruce de esa cale por la que andábamos con la Strada Costiera, y luego caminar algo así como dos kilómetros, que no son demasiado si uno anda sin equipaje.

Luego de una discusión entre el amigo paulista y el tachero italiano, decidimos que era mejor pagarle y dejarlo ir. Creo que por adentro todos pensamos: va fangulo. Nos dimos a la tarea de caminar con nuestro equipaje. Por el camino encontramos a otro carabbinieri que nos explicó que eran más de dos kilómetros, mientras veíamos pasar a los maratonistas, y no tuvo ni medio gramo de piedad con nuestra compañera embarazada. Dicho sea de paso, esta amiga llevaba quién sabe qué cosa en su bolso que lo hacía pesar demasiado y yo, como buen caballero, me presté a llevárselo. Me colgué mi bolso como si fuese una mochila en la espalda, mi mochila de frente y comencé a arrastrar su bolso (con ruedas, por suerte). Cminamos unos quinientos metros y, en un bar a la orilla del Adriático, algunos quisieron tomar o comer algo. Empezó a lloviznar. Seguimos camino, muchos se quejaban bastante pero seguían caminando.

A medio camino, ya veíamos el castillo de Miramare a lo lejos, empezamos a encontrar a otros colegas que estaban en el aeropuerto pero que habían tenido mejor suerte, su taxista los había podido llevar por la via correcta. Mejor suerte para ellos, nosotros continuamos camino. En un punto, aquellos alojados en Adriático, el brasileño y la colombiana del bolso pesado, fueron hacia abajo (hoy me enteré que no era fácil su camino, pobre el brasileño arrastrando su bolso y el de la colombiana) y nosotros, la egipcia, el sudafricano y yo, empezamos a subir unos trescientos metros lineales y cincuenta en altura. Comenzó a llover.

Llegamos finalmente al Galileo Guesthouse y pudimos registrarnos. No está de más agregar que sobre el final de la escalada tuve que ayudar a la egipcia a subir su bolso porque estaba exhausta. Finalmente ya en la habitación, que habrán visto en las fotos anteriores, pude ducharme, dormir, etc. Claro, previamente me conecté a internet y avisé a todos mis familiares que la expedición resultó un éxito.

Esta mañana fui a la primer clase habiendo dormido más que bien. Sigue lloviendo pero todo va bien. Ya tengo mis tickets de comida y mi dinero en efectivo. Ahora mismo me voy a comer, que Ariel Tarazaga estará esperándome hace 15 minutos.

Como conclusión, no sé si aprenderé sobre datos nucleares pero seguro que voy a volver con buen estado físico.

Salud.

domingo, 2 de mayo de 2010

The way to Trieste. (una historia verídica)



Sentado frente a la ventana de mi habitación, con las luces de los barcos anclados en el Adriático como marco, comienzo a contarles cómo fue que logré llegar.
Todo comienza el sábado primero de mayo a las tres de la mañana en la fiesta de cumpleaños de quince de mi hermana Vanesa, en Rosario. A esa hora, llamé al remis pera que me lleve hasta la estación de omnibus de Rosario, me despedí de todos mis familiares y partí. A las cuatro de la mañana salió el micro de El Rosarino rumbo a Buenos Aires. Sin dudarlo mucho, me quedé dormido casi instantáneamente (a pesar de ir en el último asiento del primer piso, es decir que se zamarreaba para todos lados). Creo que me desperté, y mantuve mi vigilia durante no mes de 40 segundos, en San Pedro. Luego, en uno de los tantos peajes de la Panamericana me desperté nuevamente y decidí mantenerme despierto por mucho que me costara porque no quería pasarme de Puente Saavedra; todo estaba demasiado cronometrado como para cometer semejante error. A las siete y cuarenta me bajé del micro en el mencionado parador (si, el micro tardó tres horas y media con neblina y todo, no pregunten cómo pudo ser). De allí un taxi me llevó hasta el departamento de calle Cuba.
¿Me creerán si les digo que me sentía un poco descompuesto? Pues si, de suerte que llegué a tiempo al departamento y que no pasó a mayores. Me di una ducha y a las nueve treinta en punto me subí al remis que me llevó hasta el aeropuerto internacional de Ezeiza. Primero de mayo, sábado, diez de la mañana, en la calle no había nadie y llegué diez y veinte a Ezeiza.
Muy tranquilo, hice el check in y pasé por la aduana a declarar a la maquina que me permite transmitirles esta historia. ¿Y ahora?, tres horas de espera en las que no tenía ya la más mínima idea de cómo hacer para no quedarme dormido. No quería usar la computadora para que no estuviese sin carga cuando la necesitare, así que me dediqué a mirar la gente pasar; comer el sandwich que me habían dado en el colectivo de Rosario a Buenos Aires; y luchar contra el sueño. Finalmente, me decidí a hacer el trámite de migración aunque faltase un rato largo para el embarque. Luego más espera y al fin el avión.

El avión es un capítulo aparte: mi primer vuelo itnernacional, de más de dos horas y media. "buongiorno" me dijo la azafata, desde ese momento supe que iba a ser divertido. El acento de los tanos me divierte, a veces también les entiendo algo de lo que dicen. Me acomodé en mi asiento y esperé a ver qué clase de especimen me iba a tocar sentado al lado... un especimen que se metió no se cuántas cosas en la nariz antes de despegar y también antes de aterrizar. Un rompe-kinotos, dele moverse, y encima parece que a él no se le había pasado la descompostura o, probablemente, sufrió el efecto de la pasta italiana. Al menos, me pidio paso para el baño una sola vez. Durante los primeros cuatrocientos kilómetros me entretuve mirando el mapa de vuelo que informaba la velocidad, altitud, velocidad del viento y temperatura (datos muy interesantes para transmitirles a mis alumnos de física). Pasada ya una hora larga empecé a tener la duda de si iba a poder dormirme, a pesar de mi cansancio, dado el alto grado de incomodidad de los asientos. Como sea, los tanos no me dieron tiempo, sirvieron el almuerzo/cena: 15:00 hora de Buenos Aires, 20:00 hoora de Roma. "Pollo o salmone?" automáticamente contesté "pollo", todavía me pregunto por qué. No estaba mal de todos modos, pero yo todavía tenía medio atravesado el sandwich de salame y además quería dormir... En fin, comí todo lo que pude, con agua, porque me dolía la cabeza como para tomar vino (no sé si me dolía por el vino de la fiesta de la noche o por el sueño, o por ambas) y después tomé un té porque con el café me iba a despejar. Pero ete, aquí que surgió un problemita, tanto líquido tiene que salir por alguna parte y, claro después de comer todo el mndo quiere ir al baño. Se formó una cola por el pasillo y cada uno que entraba parecía que rezaba diez "Padre nuestro" antes de satisfacer sus necesidades fisiológicas. Por supuesto que, cuando empezaba a haber un poco de turbulencia, había que ir a sentarse con el cinturon de seguridad. Así que se me pasaron tres intentos hasta que pude llegar a tan ansiado sitio. En el asiento sentado ya no sabía cómo acomodarme, me daba vuelta y miraba con odio la cola infinta mientras me retorcía para garantizar el cierre de mi vejiga... llegado el momento, lo dejo a su imaginación, pero casi que lo disfruté... "Ahora si, a dormir" me dije. Un ingenuo. Parece que había un grupito de aproximadamente diez señoras que pretendían ser quinceañeras como mi hermana, que aparentemente se iban a pasear a oriente medio, que se la pasaron "parlando tutta la notte". Me calcé los auriculares con la selección de música clásica de Alitalia y me logré dormir algo así como dos horas.
Por un momento pensé que el mapa de vuelo se había descompuesto o algo así. ¿No estábamos, acaso, en el mismo lugar que antes de dormirme? Bueno, Martín, el océano Atlántico es ancho, me dije. A las tres de la mañana, hora de Roma, cuando intentaba volver a dormir, ¡sorpresa! "Pollo o pescado" se escucho con acento italianísimo y una risa a continuación. Si señores, habían prendido todas las luces y nos estaban dando de comer otra vez! Esta vez no había comida caliente, solo había sido una broma del aero-mozo que servía una bandejita con fiambres varios y un tiramisú. "Il prosciutto di Parma" dijo el aero-mozo, haciendo propaganda de lo que entregaba y a mí súbitamente se me abrió el apetito. Comí todo lo que me dieron con tanta rapidez que no lo creerían. Ahora si, me tomo un vinito y me duermo, me dije animado. Pero no fue así. es decir, si tomé vino pero no me dormí. Esta vez aguanté un rato más las ganas de ir al baño y pude ir cuando no había nadie. Mientras el aeromapa mostraba que volábamos cerca de Dakar aunque aún estabamos a cientos de kilómetros.
Decidí investigar un poco el sistema de televisión y música y descubrí que había una selección de Jazz. "Bingo" dije para mis interiores, "si no me duermo con esto, me resigno" Mientras sonaban los primeros acordes jazzeros de un piano muy dulce vi que en el mapa aparecía Freetown y me acordé de la película Lord of War: "Es irónico que este país se llame Liberia". Me dormí.

Dos horas después me desperté, la selección de jazz volvía a comenzar por segunda vez con la grabación de presentación de Alitalia. Ya volábamos sobre el Mediterráneo y comenzaba a amanecer.
"Pollo o pescado? ah... pollo o pescado, 20 anni fa che dire la stessa cosa, Alitalia deve essere detto di modificare il menu" dijo el aero-mozo haciéndose nuevamente el gracioso. No sé si me causó gracia más el chiste o el acento de este señor peinado con gel y los pelos parados. Así nos enteramos de que era hora del desayuno. Una hora después aterrizamos en el Aeropuerto Fiumiccino de Roma.
Todo muy fácil, en el vuelo ya habían anunciado las conexiones y los lugares de embarque, así que seguí los cartelitos de "Transiti" hasta llegar al control de seguridad. A un tipo que caminaba al lado mío lo pararon en el camino a pedirle el pasaporte; yo pensando que me decía a mi lo busco y me dice (en italiano, claro) "vienen juntos?" ante mi negativa me pide que siga, que es al otro... portación de cara? No lo sé. Pase por el detector de metales y obviamente sonó (ya me había sonado en Ezeiza donde pensé que sería el cinturón por lo que en roma me lo saqué). Después me dí cuenta que también tenía las hebillas de los zapatos y varios anillos!

dado que tengo mucho sueño, continuará mañana...