No dudaste un segundo
en derrumbarte anoche
sobre mi tibio pecho,
tampoco lo hicieron
tus labios de almibar.
Supe tu búsqueda
pero no entendí
el desenfreno
con que tus manos
deshacían botones
y cremalleras
y los bloques flotantes
de mis árticos mares.
Paisajes de montaña
mutaban y transmutaban,
que ya de sábanas
poco y nada había,
solo furia y mi hielo
que se hizo vapor...
No entendí mi prisa
por robarte esas bragas
por enredarme en tu cuello.
Mis manos fueron de otro,
mis brazos y mis piernas
te apresaban fuerte
y mis dedos al fin quitaron
con preciso arte
los cordones uno a uno
que ajustaban tu corset...
Nada más importa
el resto es lo de siempre
(fuego, gritos, pelvis...)
¿quién no lo sabe?
Sólo tú y tu arte
tienen el mérito
de lograr cada vez
que todo sea impensable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario