viernes, 19 de julio de 2013

El tipo sabe...



El tipo sabe que la vida es corta, que el tiempo se consume. Sabe que su huesos no son fuertes, que sus rodillas no toleran demasiado esfuerzo, que sus caderas se adelgazan cada día. Sabe también que su vista mengua, como también mengua su peso...


Cuando estas inquietudes llegan a su mente, lo primero que recuerda son las voces de quienes lo quieren. Esas voces que le recomiendan hacer actividad física, mantener su salud, descansar sus ojos, sus cuerdas vocales. Él entiende. Pretenden cuidarlo cuando le dicen que tanta computadora y tanto leer en la penumbra de la noche van a terminar liquidando su visión. Le dicen también que si no pone su cuerpo en actividad sus articulaciones y sus músculos, bastante resentidos ya, terminarán por atrofiarse, quebrarse o romperse...
Pero el tipo sabe que la vida es corta y que el tiempo se consume y que la mejor forma de vivir es esa en que se aprovecha al máximo cada segundo para absorberle hasta el último vestigio de disfrute. Y ¿saben qué? El tipo este disfruta tanto de la literatura y de la música y de contar historias de amor o de política mientras se toma una caña para nublar el sentido común y liberar la verdadera escencia irracional que lo habita, disfruta tanto de hundirse en su sillón a pensar en situaciones absurdas, en ponerle nombres a personajes que son él pero que no son él, y someterlos a juicios, a peligros, matarlos, torturarlos, redimirlos, revivirlos; el tipo este disfruta tanto que le importa un pito todo lo que le dicen sobre cuidarse aunque sepa que, desde un punto de vista racional y médico, es cierto, no va a durar mucho. ¿Y entonces qué? Cuál es el sentido de vivir mucho y disfrutar poco, vivir preocupándose por el tiempo que queda, por el poco tiempo que queda. Creyendo en que los dolores son para otra cosa que para canalizarlos en historias, en cuentos. Andar con bastón o en un sillón con ruedas no lo hace a uno menos humano o menos capaz de disfrutar, de encontrar belleza hasta en el detalle más ínfimo de nuestro entorno.
A veces, un único temor, muy pequeño, le habita y es el de saber que tal vez, la próxima vez no le renueven el registro de conducir. Pero hasta esa pequeña incertidumbre la vuelve a su favor, porque le produce adrenalina. Y la adrenalina se parece esa sustancia que corre en sus venas cuando maneja en la ruta.
Es así. El tipo sabe que en cualquier momento llega hasta el túnel, y que al fondo se ve una luz y después un tren que te lleva puesto hasta el final, y que al final no hay nada, todo lo que hay es acá, ahora, disfrutar, todo lo demás es desperdiciar el tiempo y el espacio.

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